Los burócratas le ofrecieron a Polo una copa de tequila a las 11 de la mañana. El güero, con las manos grasosas del pollo rostizado que habían desayunado, le sirvió el tequila en una taza para café. Las obscenidades continuaron en la oficina de al lado. Se habló de todo, menos del proyecto al que lo habían invitado.
Polo sintió un gran desprecio por el burócrata principal, un joven moreno y regordete, a quien en realidad no le interesaba resolver el gran problema tecnológico que tenían. De antemano sabía que su objetivo principal era que le obsequiaran un Honda último modelo.
El güero continuó con sus pésimos chistoretes y el desinteresado director le entregó a Polo un paquete de hojas. Contenían el estudio de lo que requería la Secretaría de Protección al Consumidor. Un proyecto de dos millones de dólares. Al burócrata desde luego, no le interesaba en lo más mínimo si Polo era capaz de resolver el problema. Lo único que le interesaba era darle este proyecto a alguien que le diera a cambio un Honda último modelo.
Polo salió decepcionado del edificio. «Otras cuatro horas perdidas», pensó.
Estaba harto de acompañar a vendedores que perseguían proyectos imposibles con clientes corruptos o ineptos. En su carrera como asistente técnico no había logrado satisfacer sus planes. Decidió que era tiempo de buscar empleo en una empresa donde no tuviera que tratar con este tipo de gente, así que se acercó a sus jefes, de origen coreano, importadores de equipo de alta tecnología.
–O no, tú tenel contlato con nosotuos. Tú espera a puóximo anio –Le dijo Kevin, su jefe directo. Le acarició el brazo derecho de esa forma que tanto le incomodaba y le dijo
–Tú ventar mucho y ganar mucho dinelo.
Polo estaba harto de tener que dar las mismas explicaciones a los mismos clientes, todos los días. Los vendedores no tenían muhco interés en aprender cosas técnicas sencillas y continuaban metiéndolo en problemas. Lo peor había llegado cuando por fin le habían autorizado a contratar un asistente, llamado Tizoc, que era enjundioso y trabajador, pero que prometía cosas imposibles a los clientes.
Tizoc salivaba al oír hablar de refacciones y su pasión era la enseñanza. Era un joven millonario de origen humilde que trabajaba como técnico de segunda en un esfuerzo por ascender en la escala social.
Poco después entró Lamec, un personaje de aspecto siniestro: parecía vampiro, pero su cara era rechoncha y su nariz brillaba con un intenso color café, en contraste con el blanco de su rostro.
Lamec nunca debió de haber entrado a trabajar en esa empresa. Polo era encargado de la contratación de este nuevo elemento y revisó los curriculums, que en aquél entonces llegaban por fax o se entregaban directamente en la recepción de la empresa. El curriculum de Lamec era el peor que Polo había visto en su vida. Parecía escrito con desgano, sin ningún estilo, solo con mayúsculas, descuidado, sin acentos y no ofrecía nada que fuera de utilidad para la empresa. Se regodeaba en haber escrito un programa de cómputo que estaba ya descontinuado y que no tenía ninguna utilidad.
Polo sintió deseos de despedazar ese pedazo de descuido, desinterés, falta de estética, pero no quiso romperlo delante de la recepcionista, así que lo puso como al descuido debajo de unas hojas que iban al desecho. Por alguna coincidencia indeseable, ese curriculum no fue a la basura y dos semanas después Lamec entró a trabajar.

Deja una respuesta