«Tú y tu xxxx vida de rockero pueblerino son el mejor ejemplo kitsch»
Eso y más me dijo mi amigo ‘Ferni, el Rector de la Opinión, cuando le pedí que me mandara por E-mail una buena definición de kitsch.
Por supuesto, estaba bromeando, porque yo no soy kitsch ni soy tan pueblerino. ¿O no estaría bromeando? Al menos en lo de pueblerino tal vez tenga un poco de razón pues yo soy de Perote, Veracruz, México, un pintoresco y frío pueblecillo del altiplano veracruzano, y aunque ya no tenga mucho arraigo por allá… es más, tiene razón, soy pueblerino y qué.
El caso es que la frase «rockero pueblerino» me fascinó como tema para escribir acerca de la marginalidad. O más bien, para desahogarme un poco.
Ser aficionado al rock es ya vivir en la marginalidad. Pero ser aficionado al rock en los 80 y vivir en un pueblo hacía que la marginalidad sea apabullante. Y para muestra, mi principal inciador en el rock, mi amigo el Kiss -que el Judas sepa dónde anda ahora- acabó siendo fan de Rocío Dúrcal.
Pero yo me aguanté, me mantuve, y sigo en la lucha, después de vivir en ciudades tan disímbolas como Puebla, Aguascalientes, Tijuana y ahora en la ciudad de México, y sigo siendo rockero aunque no traiga la greña larga y a pesar de no ser pacheco.